PORTADA Y DATOS DE EDICIÓN DEL LIBRO

lunes, 21 de noviembre de 2016

RUGIENDO

¿Qué tierra es la que ruge?
El día convertido en fuerte viento.
¡Qué cielo es el que brama?
La noche que se queja con galerno.

Llegó el amanecer,
y aún sigue rugiendo.
No son el viento, el día ni la noche,
se queja el mundo entero.

© Antonio Macías Luna

A UNA HOJA SECA

Sin pasión miras al sol,
hoja del árbol paciente.
Miras siempre al arrebol
y a las nubes, reticente.

No te subyuga el frescor
de la lluvia y ventolera,
te amodorraste al frescor
de la tibia primavera.

Y a la gualda sequedad
te acostumbraste, cubierta
de miseria y soledad.
¿No será que vives muerta?

© Antonio Macías Luna,
Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), 30/4/1999





ACOSA CON PREGUNTAS

Acosa con preguntas a la tarde,
pregúntale por mí al tenue viento.
Verás que mis suspiros
rodean con amor tu pensamiento.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), 15/7/ 1999

BENDITA ERES, NOCHE

Bendita eres, noche corta o eterna, ¿qué más da?
Alquitrán desgajado por el cincel del día,
tránsito limitado en viaje a ciegas
por un veril total de veinticuatro horas.
Contigo me hallo, en mis meditaciones,
con los ojos abiertos,
gélidos como el tuyo, iridiscente,
de pompa real y blanca,
que no renuncia a verme desde arriba
a la vez que se ocupa en deslucir
tu negror más intenso.

Te bendigo, bandeja plateada
que pones en la tierra
tu fondo desteñido por el luto
y sirves montes y llanuras de agua.

Tú lideras mis vigilias sin fin,
tú acompañas mis giras solitarias,
tú me ciñes corona de alfileres
y haces que mi desierto se congele
dentro del esqueleto de mi cuerpo.

Tus miles de ojos me hablan al espíritu.
Reclaman un terreno,
una infinita mesa,
donde puedan mostrarme sus cartas
y no jueguen a nada
excepto a ser mis propios lucerillos.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 22/10/2003

EN EL BUQUE DEL MEDIODÍA

En el buque del mediodía
viaja el sol caliente sobre el mar azul.
Bebe y bebe, sediento, el rey de ocasos;
bebe con decadente abatimiento
y se prolonga en lumbre hasta la noche.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 27/6/2004

FLORES, TIERRA Y SOL

Flores, tierra, sol; olor, mármol, luz.
Besan rayos lúcidos violetas lozanas,
trémulas al aire, al pie de una cruz
llena de crespones con verdes y granas.

Recio, arrastra el viento a caminos pulcros
flores harapientas. Rosas, lirios, nardos
pintan ricamente de color sepulcros;
negra inspiración de afligidos bardos.

Se hacinan coronas en mosaico mate
que muestra a la Virgen con el Niño en brazos.
El alma del triste cementerio late
con salmos de adiós entre negros lazos.

Flores arrojadas, póstumo tributo,
honran al cadáver lívido en la fosa.
Llantos desgarrados, cánticos en luto,
flotan en extraña calma pesarosa.

En el patio frío de albero reposan
el amor y el odio, el pobre y el rico.
Escondidas ratas los nichos acosan
con miseria pútrida en amplio abanico.

Se elevan cipreses sobre el polvo de oro.
Las flores abrigan asustadas moscas,
que al fuego del día en zumbador lloro
se lanzan rondando las yacijas hoscas.

Insectos ansiosos saltan de hoja en hoja,
susurran con sones graves, excitados
por fétido hedor de carnaza roja,
tizones extintos de infiernos quemados.

Flores, sol y tierra. Todos hacen juego
para acompañar en el velatorio
a quien desespera ante el torvo fuego
que aguarda su presa en el crematorio.

¡Ay, míseras flores!, perfumado adorno
pegado al cajón, de vigor colmadas,
morís a merced del furor del horno
o al pie de una imagen, con amor dejadas.

¡Oh, sol esplendente, cirio universal!,
regalas al mundo rayos fugitivos.
Plañidero ardiente de nombre mundial
que velas a diario la senda de vivos.

¡Ay, Tierra redonda, la Gran Sepultura!,
escribes de muertos con tinta de historia
tras largo correr de incierta aventura
y comes a vivos sin pena ni gloria.

© Antonio Macías Luna








BITÁCORA

Muestra Bitácora un festín de rumbos
Para quienes se apresuran a zarpar
Para los que ya zarparon.
Marinos contramaestres capitanes
Lanzan al mar mascarones de proa
Tras la espinosa rosa de los vientos
Hacia el norte hacia el sur hacia el este y oeste
Siguen fieles la mirada de la brújula
Y atestan las galeras del trabajo.

Bitácora presenta nuevos rumbos
A marinos contramaestres capitanes
Para que el mundo siga navegando
Para que el barco no se quede al pairo.
A bordo
Manos en garra cogen
Los asideros de los remos
Rechinan
Dientes con la zahorra de las órdenes
Restallan
Brazos columnas cervicales pies
Crujen
Los cuerpos doloridos las pantorras sudadas
Se desgarran
Músculos que no pueden aguantar
La boga en mar de surcos.
Dan órdenes los mulos
que no quieren labrar el campo azul.

Los capitanes y contramaestres
Descansan los domingos
Los marinos trabajan lunes martes miércoles
jueves viernes sábados domingos
Y vuelta a empezar.
Al regreso
Pocos son los felices que numeran
Contando para adentro
Cada noche
Uno, dos, tres...,
Deshojando pétalos de billetes.
Y vuelta a empezar.
Pocas son las ovejas satisfechas.

Se han gestado estos versos en mi vagina cerebral
A mí me duele el parto
A todos nos duele el alma.
Nos duelen los dientes
Tiemblan los dientes sueltos separados
Por la tortura china
Por la pandemia soez del escorbuto.
A los ajos les duelen los dientes
Inocentes cabezas
Dentaduras que ni huelen
Rotas abandonadas
al no ser carne incisa por cuchillos.

Deberá ser la vena del progreso
La que se  nutra con sangre ajena
Deberá ser la horca de los tiempos
La que apriete cada vez más y más
El cuello de muchos vivientes
La soga sin regreso
La corbata que se anuda que luce
Cada vez más y más
en las gargantas de unos vivos.
Deberán ser los nuevos tiempos la nueva era
Era que ya no es lo que era.

© Antonio Macías Luna


jueves, 10 de noviembre de 2016

QUÉ HERMOSA ES LA PALABRA

   Qué hermosa es la palabra, qué bien suena
en alta voz y en un suspiro incluso
de modo soez, con negligente uso,
en los calores de una charla amena.
   Tener de sílabas la boca llena,
con un lenguaje diáfano o confuso,
es don divino para el hombre obtuso
cuando la lengua libre no le frena.
   Con su vasta sapiencia, el Hacedor
le deja convivir con animales,
entre gritos de fieras y en corrales.
   Pero humanos que opinan con primor
a menudo nos colman de estupor
gruñendo más que los irracionales.

© Antonio Macías Luna

AVANZAR Y PARAR

Cuando me quedo atascado en mi andadura
tras escribir cuatro frases,
¿será un lapsus del poeta,
cuando nada dice, queriendo decir algo,
y se queda varado en su singladura?
Tal vez necesite ya el bastón de la vejez poética.

Lo importante es que el corazón mande
y la mano obedezca;
que el alma ría y la mano salte;
que el alma llore y la mano brinque.

Pararse y avanzar.
He ahí la cuestión:
avanzar, continuar y escribir
para detenerse y pensar,
reflexionar para después volver a andar.
Ese es el proceso:
un continuo andar y parar
para escribir con libertad.

Castilblanco de los Arroyos, 29 de setiembre de 2003
© A. Macías Luna




EL FARO


Furias de mar se quiebran en las rocas,
los vientos desenredan sus cabellos,
sin cesar gritan gélidas sus bocas,
dominan las tinieblas sin destellos.

Rasga el faro la noche con su luz
y en vuelo raudo hace que remonte,
salvando el negro y álgido ataúd,
en busca del recóndito horizonte.

La solitaria estrella parpadeante
sirve de compañía, de linterna,
en la noche al despierto navegante,
en bonanza y en hórrida galerna.

Colgado en el océano vagaroso,
su destello fugaz sirve de guía
desde la hercúlea pierna de un coloso
cuando Dios arrebata el sol al día.

¡Marinos, a la mar, desplegad velas!
Aunque os ciegue la lluvia o el sudor,
el faro sigue fiel vuestras estelas.
Adentraros en las aguas sin temor.

Castilblanco de los Arroyos, 19 de julio de 1999
© A. Macías Luna

AL ESCRIBIR

Al escribir, quisiera llegar
al fondo de tu alma;
hurgar en tu corazón,
en el basamento de tus pensamientos.

Al desplazar mi lápiz,
quisiera adentrarme en tus oídos
y, con suave murmullo,
cruzar sin estridencias,
la tenue pared de tus tímpanos;
ansío llegar
hasta el último rincón de tu cerebro
y cruzar, franquear
sin que me sientas,
las puertas de tu alma.

Al desplazar mis ojos
por el papel, quisiera
contemplar los tuyos,
contemplarlos inmersos
en cada letra, en cada trazo impuesto
por el lápiz indómito y voraz.

Al alzar mis ojos del caudal escrito,
quisiera ver tu rostro
frente al mío
devolviendo mi imagen,
un semblante animado
desde la reparadora noche
de tus ojos negros,
desde el árbol de vida y luz
de tu paraíso nocturno.

      © Antonio Macías Luna


A LA GRAN NATURALEZA

Oh, gran Naturaleza, atiende y dime:
¿Dónde están los arroyos
que eran adagios para el torpe oído
resonando por lechos escabrosos?

¿Por qué la primavera ya no aflora
como antes, con rabia?
¿Por qué se ha transformado en suave estío,
que destroza el espejo de las aguas?

¿Por qué estos veranos requemantes,
que aletargan mi espíritu,
cuando me deja sin remedio el sueño
y me sumerjo en noches de delirio?

¿Dónde estará el otoño gris y triste?
¿Por qué me ha abandonado?
No puedo contemplar por la ventana
a su cielo escupiendo húmedos dardos.

¿Y los inviernos? Ya no son de nieve,
son viejas primaveras.
No se hielan mis lágrimas al aire
y no se cubre de candor la tierra.

¿Por qué callas y saltas a destiempo,
tú, gran Naturaleza?
¡Ya lo sé! A tu misterio impenetrable
sólo el hombre conoce la respuesta.

© Antonio Macías Luna


viernes, 23 de septiembre de 2016

LA CARRETERA DE LA VIDA

Al encenderse el astro mañanero,
se iluminan paredes y ventanas,
zaguanes, soportales.
Al despertar del lóbrego agujero,
las pasiones humanas
se hunden de nuevo en simas abismales.

Calles mitad en sol, mitad en sombras
se llenan de color
con tupidas alfombras
que se unen a la gris legua de asfalto.
Con ánimo y vigor
mi torre al cielo va de un solo salto.

Con empeño persiste
mi corazón que encumbra
al ser que mi yo alumbra.
Mis ojos buscan todo cuanto existe.

Sin temor a la vida miro al frente,
me voy con la cabeza levantada.
Por sí misma se forma la pendiente
que a fuerza de años se abre en mi terreno
sin usar voladura controlada,
sin mecha ni barreno.

             © Antonio Macías Luna

HABLAR O CALLAR

¿Quién no se inquiere alguna vez por qué
es deseable el silencio
mientras no haya que apretar los dientes,
mientras salga de dentro?
Como hace el solitario
que se entrega a cualquier alud de sueños,
sílfides que resurgen
del promontorio azul de unos anhelos.

Callados una y otra vez, al mundo
abrimos rosas, lirios, pensamientos
para que los irriguen
de amores y deseos.
Y en el camino asiduo,
¿quién no lanza a la piedra un pie certero,
seguro de que el golpe no le inclina
la plomada del cuerpo?

¿Quién no se siente en pena alguna vez?
¿Quién no cose un desgarro en el pecho
llorando por callar,
arrepentido por no hablar a tiempo?

© Antonio Macias Luna
Lautaro (Chile), 20/02/2004

CUANDO TODO ES DOLOR



Cuando todo es dolor,
cuando uno no se ríe
y el mundo se nos viene encima;
si se adolece de alma triste
y se abre por delante un foso,
mejor aun se escribe.
Es necesario recorrer
los negros jardines
de los abismos del espíritu,
beber los amargos elixires
que la vida brinda,
sin bacanales ni festines;
cruzar por la noche un estanque,
como osado cisne,
hasta la otra orilla
para al fin reírse.

© Antonio Macías Luna

LA HORMIGA

Nadie asiste a la hormiga,
que en jornadas de lluvia por enero
rehuye las goteras de la viga
y en días que son hijos del caldero
sufre más que nosotros de calores.
Quizás le presten una mano amiga
cuando no crezcan en el mundo flores.

Bajo el cemento eleva rascacielos,
laberintos de oscuros pasadizos;
sube sin ascensor “Alpes” de pisos,
donde alterna fatigas con anhelos.

Al caminar, no yerra
y bebe del sudor mientras trabaja.
Una brizna de paja
le abruma mientras funde con la tierra
la ingrata labor.
Sus patas llevan en zigzag de trenza
los panes que, aliñados en sudor,
le colman la despensa.

Tú y yo necesitamos del metal
para tener el alimento cerca.
Ella transporta el grano sin costal,
bulto que aguanta terca.
Tú y yo viajamos por las autopistas,
ella camina en piedras con aristas.
Nos peleamos tú y yo por un lecho
donde amar y parir,
donde alienta sollozos nuestro pecho
derramando aguas antes de morir. 

Ella, agotada, duerme
y un día al fin entrega
su corazón inerme,
dejando para otras la refriega.

© Antonio Macías Luna

ENTRE MIS DEDOS



Entre mis dedos se desliza un mundo
La bola de cristal de una despedida.
Veo un inverosímil cuadrado de luz en su redondez.
Sugiere alejamiento
La ventana azul por la que no transflora nada.
El espejismo del celaje
No me deja atisbar hacia adentro
Y mantiene mis ojos expectantes afuera.

Ilusión óptica me brinda la bola del adiós,
Adiós que se divierte que deforma su esfera
En un cubo de hiriente cuadratura
Tirando de mis hombros hacia abajo.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 4/6/2004

EL SILENCIO

Justo al romper el día,
cuando el rocío empapa la ventana,
es el silencio pura melodía;
clave de sol armónica que emana 
octava en mudo tono
por la ausencia del hálito del aire. 
Y en total abandono
se despierta el oído
al más leve discurso del albor,
en dulce sinfonía
con mi cuerpo dormido.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco de los Arroyos (España), 22/1/1999

EL BOSQUE DEL AMOR

Espeso y laberíntico follaje
crece ante nuestros ojos.
El bosque del amor,
tan deseado por todos;
tan respetado por la hiriente hierba,
que punza en lo más hondo.

Serias incertidumbres
presenta el arbolado con sus troncos
y exuberantes copas,
donde nos dan acoso
la certeza y la duda,
la risa y el enojo.

En la selva de amor nos adentramos,
y a veces se hunden nuestros pies en lodo.
Si queremos salir,
desesperamos en cerrado coto.

© Antonio Macias Luna
Castilblanco (España), 24/10/2001

AÑORÁNDOTE EN EL VIENTO

Sopla el viento hablándome,
y tú no estás a mi lado;
sopla indolente el viento en la tarde,
y tú no ríes a mi vera;
aproxima tus palabras el aire,
y un soplo burlón me las aleja.

Voy
sin rumbo, errando
por un páramo yermo, por un desierto;
caminando solo, enclaustrado en ti.

Voy
oído avizor a todo lamento,
oyendo cada sonido
del viento;
oído avizor
voy
a tus mensajes perdidos.

Estás fuera de mí en el espacio,
pero te aposentas en mi espíritu.
No me pueden besar tus labios,
no puedo repetir tu aliento.

Afino mis sentidos
ante cada palabra del viento,
y su idioma imparable juega
con mis oídos
como tú implacable juegas
con mis pensamientos.

© Antonio Macías Luna,
V. Alemana (Chile), 17-7-2008

CADA NOCHE

Cada noche, al pasar por tu portal,
veo tu rostro de ajenjo entre las sombras
enfrentándose al cerco de la luna,
que le impone su escarcha de corona.
Te saludo y te digo mil piropos,
pero tus ojos ríen con la sorna.
esclavos del noctámbulo misterio,
lejos de mí los lanzas, orgullosa.
A pesar del destello de mi voz,
nunca se abre tu boca.

Cuando esta noche cruce por tu acera,
al dejarme el fulgor de las farolas,
de otra serán mis galas encendidas.
Dedicaré a la luna mis lisonjas
para que, enamorada de un tozudo,
de ti, ingrata, se esconda.

        © Antonio Macías Luna
        Lautaro (Chile), 26/02/2004

RECUERDO AQUELLA TARDE



Recuerdo aquella tarde azul de mayo
mientras, echado en su hombro, le decía:
"Pronto verás brotar el recio tallo,
que nos traerá fortuna y alegría".
Por laureles y trémulas moreras
llegaba el huerto hasta las sementeras.

Sus ojos eran fuente de luz pura,
émulos fieles del atardecer;
los míos discernían con ternura
frutos que comenzaban a crecer.

Sacudían los cuerpos nuestras risas
en el sendero hollado por carreras,
y acariciaban manos suaves, lisas,
las mías arrugadas y groseras.

La primavera fértil y agradable,
preludio fue de aquel otoño amargo
que, tras desenvainar un torvo sable,
en mi costado hundió su acero largo.

Me afligen con pesar tardes de siesta,
de colorido claro, acogedor,
con los perfumes del jardín en fiesta,
que auguraron el fin de nuestro amor.

Sin ella estaba, al destemplar septiembre.
Ya no recorre junto a mi el camino.
Sin ella estoy al enfriar diciembre,
y llora el perro tras su olor, cansino.

Ante la senda rota por la nieve
contemplo alrededor ramas desnudas.
Quiero que a ella mis suspiros lleve
el vendaval cargado de hojas mudas.

Me aúllan hoscas, frías ventoleras:
"Ya no vendrá. Sabes que justo aquí,
entre blancos laureles y moreras,
muere el carril que la alejó de ti".

© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 16/10/2000

LA ESPUMA DE LAS OLAS

La orla sinuosa de envolvente encaje,
espuma de las olas
que se deshacen en la orilla a solas,
es vómito de ácido brebaje
que el mar arrastra a nado en su saliva,
en su rugiente deriva.

Fronteras espumosas delimitan
la sinalefa entre la arena y el mar,
dos inmensos colosos que se excitan.
Un vaivén susurrante los enfrenta
con caricias suaves, el trotar
de su cópula lenta.

    © Antonio Macías Luna

LA SOMBRA DE UNA FAROLA

   Como estaca de tiempo milenario
con la sombra lanzándose hacia el norte, *
un triángulo rectángulo es el porte
de una farola, esfera sin horario.
   Se enfrenta inmóvil con el viento a diario.
El sol le arrima, haciéndole la corte,
la eterna compañía de un consorte:
el asfalto sin signo numerario,
   sin manecilla que señale la hora.
Con estable querencia se le cruza,
la base del herraje le devora,
   un reptil flacuchento que se aguza
y se estira, rotando con demora
su cola rectilínea e intrusa.

         © Antonio Macias Luna
            Lautaro (Chile), 3/9/2004


*en el hemisferio norte

LOS AROS DE LA NOCHE



Anillos de tinieblas giran alrededor
delineando el perímetro de luna
que da forma a unas mesas.
Unas sillas se agachan ante los aros
invisibles, que no se distorsionan
nii se detienen ante la cara fantasmal
de los objetos lisos y redondos.

Las mesas, sillas quedan sin moverse,
sus pies clavados en la arena oscura
de una playa sin dunas;
sus patas enterradas en la tumba
de un salón somnoliento.

Los aros despintados de la noche,
incansables, se gastan sobre el suelo.
Son ruedas que traspasan
una puerta que da a ninguna parte,
unos postigos a la noche abiertos
donde el salón sin luz se frena en seco.

Sin meta cierta giran los anillos
dejando atrás sus llantas de ojos negros.

          © Antonio Macías Luna

A UNA DESCONOCIDA

   En la playa eres quieta caracola.
No te asusta, cercana, la marea
que sube. Mi mirar te saborea
la piel salobre, sueño de la ola. 
   El cielo azul violeta se arrebola.
Muere encima de ti una enorme tea,
Dios vivo duda, relampaguea;
despacio baja su sagrada bola
   de fuego, que deforma el horizonte.
Junto a dunas rojizas hay un monte
de curvas que me invita a contemplar
   viendo un refugio de calor y mimo.
Sigues dormida, te amenaza el mar
mientras con la mirada a ti me arrimo.

           © Antonio Macías Luna
           Lautaro (Chile), 21/3/2004

jueves, 22 de septiembre de 2016

FRENTE AL MAR



Prueba a cantar echado en los desiertos
del mar mientras tu cuerpo se moldea
contra la arcilla seca de la arena.
Escúchate a ti mismo hasta erigirte
sobre el perfil lineal del horizonte.
Mezcla con las salobres aguas el canto
endulzado del numen, que te avisa
que tu obra empieza a ser carne de vida,
un feto concebido por la gracia
de unas gaviotas y de unas olas vagas.
Siéntate, apréstate a escuchar la estrofa
que silba el viento en vuelo por las dunas,
rimando con el reír de unos chavales,
puntitos que se mueven como azogue
por la arenosa palma de la playa
detrás de una pelota o un pandero.

Sentirás renacer en ti el poema,
el primer escalón de la pendiente
que te lleva a la linde de los cielos,
de donde, una vez dentro, no se vuelve.
Escucharás graznar al ave gris,
sentirás cómo impone el ritmo sólo
con el chillido adusto de su lengua,
con la batuta al aire de su pico.
La verás sumergirse tras la ola
ingente, amenazante, que se acerca.
La verás revolcarse en la diadema
de espumas desbordadas,
que la vorágine en tu frente escupe.

Rebusca en la paleta de tu alma
las cromas que se adapten a tu lienzo.
Deja que te hablen con influjo absurdo.
Pinta, repinta en tu soporte blanco,
con el pincel de la imaginación,
los barcos que no salen a la mar,
las palabras paradas tras los dientes.
Lánzate, ahógate en tus propias aguas,
fallece y resucita con el poema.

© Antonio Macías Luna

CAMPANARIOS DE SIGLOS


Con yugo estático con cruz de hierro
Campanarios de siglos se reparten
Pichones que no pueden aún volar
No pueden ser heraldos del amor.
Con timidez dan tropezones cortos
Sobre el polvo graneado de un jardín
Sobre el barbecho rojo de una huerta.

Cuando crezcan pujantes en palomos
Inexpertos, alegres, saltarines
Sobre el firme caótico del mundo
Abiertas quedarán para sus tórtolos
Las vacías mazmorras de los nidos.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 18 de enero de 1999

A LA ESTELA DE UN REACTOR

   Se perfila en los cielos una estela;
suave algodón cosido con aguja
plateada, que con rumbo firme empuja
y entre pespuntes un destino anhela.
   Surcando el mar azul la fina vela,
a la osada águila imperial embruja
el encaje trenzado sin que ruja
el ave de metal que lo desvela.
   Viaja tan alto que no se oye el grito
del reactor gigantesco, que se apura
en busca del umbral infinito.
   Remota va estrechándose la lanza.
Tejiendo, la incansable aguja avanza
y persiste paciente en la costura.

© Antonio Macías Luna

LA GRANIZADA


El cielo gris se desató furioso,
se le rompió el collar;
sus cuentas centelleantes,
cual duro pedernal,
acribaban la tierra
herida sin cesar.
Aplacada su furia,
cesó la tempestad.
Los negros nubarrones van abriendo,
y vuelve el sol audaz.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 18 de enero de 1999

EL PROYECTIL DE LA VIDA


Nacemos de un disparo en el campo del lecho,
con la diana en el Reino de Dios, su amplia antesala.
Nos sueltan la existencia, una alocada bala
que atraviesa los vientos y asciende en corto trecho.

Nos lanza el proyectil por el que damos todo
para alcanzar, de mal grado, cotas de años.
Hora a hora, subimos desgastados peldaños
y ocupamos lugar de forzoso acomodo
en tupida avalancha, en vida pasajera
que nos impulsa a todos por un conducto recto.
En él se desenvuelve la hez del mundo infecto,
sumido en angustiosa e ineludible espera.

Consolidan mi empeño conocer y aprender,
los amores pintaron mi alma de colorido.
De mis sabias neuronas nunca saqué partido,
pero el tiro en su vía recta me hace entender
que no siempre pierdo, que gano, y al vivir
sufro risas y llantos. Alzo, amoroso, a Dios
con humildad los ojos, y a menudo la voz
por la inquietante espera de un tren para partir.

En el fondo del alma albergo inconformismo,
y herido por ortigas, viajo con rapidez
sabiendo que me acerco por una sola vez
a península estrecha de quebrantable istmo,
al andén pavoroso del final de la vida;
estación en penumbras, vastísimo terreno
donde derraman lágrimas quienes dejan el seno
de su existencia abrupta, azarosa y sufrida.

Ah, si la bala parase sin llegar al tremendo
impacto y en el aire quedara suspendida,
¿qué haría el ser humano entre el fin y la vida?
La haría caer despacio para seguir viviendo.


         © Antonio Macías Luna

domingo, 4 de septiembre de 2016

ASCIENDO UN SENDERO

Asciendo un sendero tortuoso,
me desenredo como ovillo
entre arboleda y matojos.
Rompen la tierra como arado
mis pies desgastando el camino.
Se entierran en polvo molido
mis días, mis meses, mis años,
triturados por los estímulos
que la vida me va entregando.

© Antonio Macías Luna

MI POESÍA

Me subo en el pentágrama del verso.
Rasgo una nube con tañer de notas
al ritmo de mi aliento,
con caudal de palabras.

Mi ardiente inspiración
sin vapores de azufre, sin triviales
emanaciones, ruge cual volcán
desde mi inquieto espíritu.

Doy rienda suelta al endecasílabo
y al cómodo heptasílabo,
que sirve de muleta.
Esmerándome en términos preciosos,
permito que las rimas fluyan libres
sin que el verso se salga de sus márgenes.
Las calderas del numen tengo listas
para ahogar desacatos.
Soy sastre de mi propia creación,
meto en cintura el traje del poema.

Riqueza de cadencia y ritmo puro,
música celestial,
lógica audaz de fondo
y forma equilibrada con coherencia.
Ésa es mi Poesía.

© Antonio Macías Luna

MIS PRIMAVERAS



Hay unas primaveras
especiales, fallidas estaciones
en las que el sol no brilla con las nubes,
los valles son de piedra, no son verdes;
la flor no tiene por qué estar alegre,
la voz es un silencio,
la vista es un deseo al horizonte.

Son éstas mis creadas primaveras,
hijas de la Poesía,
caudales de mis fuentes;
hijas también legítimas de Dios,
primaveras mías solamente.


©Antonio Macías Luna

jueves, 1 de septiembre de 2016

LAS CENIZAS DE UNA FOGATA



Machacona ceniza,
despojos de fogata,
que forma un lecho gris entre redondos
guijarros y una lata
encostrada de herrumbre que los pisa.

Un festivo quehacer,
una comida en el día de ayer,
aderezaron nuevas amistades
con pimentón de fiesta.
De nuevo en soledades,
tanta tristeza cuesta
ver que ya no se brinda
en el verde encinar.

Las caracolas de humo, los olores,
la nostalgia y los crudos sinsabores
hacen que el abrasante hogar se rinda.
Las charlas se acabaron,
por el monte se fueron,
rodaron por su cima a mi pesar
y hoy en polvo se dejan arrastrar.


© Antonio Macías Luna
Castilblanco de los Arroyos (España)

PARA QUÉ LUCHO

Para qué lucho si no creo en ti,
para qué combatir
con espada y escudo;
es herir un paredón
de ciclópeo granito persuasivo,
que se alza frente a mí.

La espada se me rompe en la rebelde
estructura de un muro,
las piedras y argamasa
desprenden rutilantes
centellas que se vuelven contra mí.

Creí que estaba armado
para la lucha fiera que asolaba
mi amoroso confín.

     © Antonio Macías Luna 



miércoles, 31 de agosto de 2016

BRILLAN LAS LETRAS

Brillan las letras
de mis escritos.
No son de oro,
son de grafito.

© Antonio Macías Luna

A UN MAL RECUERDO

Burdo y locuaz recuerdo,
aunque dejes de hablar por un instante,
no dejas de ser pútrida amalgama
que ocupa los rincones del espíritu.
Mal engendro plagado de ironía,
te germinó un pasado,
te alimenta un presente,
te vencerá un futuro.
Abocado a callar,
condenado a morir
cuando las almas se te vuelvan romas,
no alojes tus espadas
en el vientre indefenso del cerebro
y deja de vocear lo que enalteces,
las momias de sucesos enterrados.

            ©Antonio Macías Luna

PESADILLA

Un bulto me hizo girar
la cabeza en un andén,
en pesadilla terrible,
donde se detuvo un tren.
Mostraba una ventanilla
noche de negra algidez
y abrigo lacio colgando
bajo un rostro de mujer.
Dejó la visión extraña
mi boca ardiendo de sed.
El espectro me ofrecía
labios blancos que besé.

A. Macias Luna
Castilblanco de los Arroyos (España), 9/04 /2 001

DÍA EN LA PLAYA

Mañana de diamante fino en Cádiz,
sol de junio templado, a fuego lento.
Tu pelo negro es la veloz cometa
que el desabrido viento
ondea de poniente a la Caleta.

Mientras embiste audaz  la pleamar
dicen olas curiosas que te ame.
Refrescado de gélido ultramar
y arrullado por cándida sirena,
en lecho árido de caliente arena,
es juego de la brisa
tu rosado jardín, manto de lino.
Delinea tu boca amplia sonrisa,
tras tus ojos los míos peregrinos
van. Tu pecho se mece acompasado
mientras mi alma sumisa
se remansa en el mar embelesado.

Nuestras manos se aferran con furor,
las bocas se hacen una
colmando ardiente duna;
nuestros labios disuelven el salitre
con canciones de amor.
Se pasean mis ojos por tu piel
de fina porcelana
galopando mi intrépido corcel.
Una lágrima aflora,
que de amor por ti mana.

Tus pies de seda juegan con los míos
cual gaviotas que saltan en la arena,
apaciguando los escalofríos
que mi espíritu llenan.
Mi lengua sabe a ríos
de amargor diminuto,
que llega hasta las playas de mis labios;
son lágrimas de tus ojos de luto.

Por tu perfil mi dedo se encamina
y lo dibuja en fondo de sanguina
mientras el tiempo escapa de las manos.
Triste en ocaso el día va a morir;
es hora de partir.
¡No! Continuemos en el lecho, en notas
de melodías de este mar cercano 
y en cantos de gaviotas.

Con bermellón la tarde te intimida,
corona tu cabeza con guirnaldas
y en carne viva arde tu tez cocida.
Volviendo al mundo, ausentes, las espaldas,
dos cuerpos se atan, en amor se funden.
Fuertes abrazos junto al mar los hunden.


            © Antonio Macías Luna 
            Castilblanco de los Arroyos (España), 6/6/1999