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lunes, 21 de noviembre de 2016

BENDITA ERES, NOCHE

Bendita eres, noche corta o eterna, ¿qué más da?
Alquitrán desgajado por el cincel del día,
tránsito limitado en viaje a ciegas
por un veril total de veinticuatro horas.
Contigo me hallo, en mis meditaciones,
con los ojos abiertos,
gélidos como el tuyo, iridiscente,
de pompa real y blanca,
que no renuncia a verme desde arriba
a la vez que se ocupa en deslucir
tu negror más intenso.

Te bendigo, bandeja plateada
que pones en la tierra
tu fondo desteñido por el luto
y sirves montes y llanuras de agua.

Tú lideras mis vigilias sin fin,
tú acompañas mis giras solitarias,
tú me ciñes corona de alfileres
y haces que mi desierto se congele
dentro del esqueleto de mi cuerpo.

Tus miles de ojos me hablan al espíritu.
Reclaman un terreno,
una infinita mesa,
donde puedan mostrarme sus cartas
y no jueguen a nada
excepto a ser mis propios lucerillos.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 22/10/2003

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