PORTADA Y DATOS DE EDICIÓN DEL LIBRO

jueves, 22 de septiembre de 2016

FRENTE AL MAR



Prueba a cantar echado en los desiertos
del mar mientras tu cuerpo se moldea
contra la arcilla seca de la arena.
Escúchate a ti mismo hasta erigirte
sobre el perfil lineal del horizonte.
Mezcla con las salobres aguas el canto
endulzado del numen, que te avisa
que tu obra empieza a ser carne de vida,
un feto concebido por la gracia
de unas gaviotas y de unas olas vagas.
Siéntate, apréstate a escuchar la estrofa
que silba el viento en vuelo por las dunas,
rimando con el reír de unos chavales,
puntitos que se mueven como azogue
por la arenosa palma de la playa
detrás de una pelota o un pandero.

Sentirás renacer en ti el poema,
el primer escalón de la pendiente
que te lleva a la linde de los cielos,
de donde, una vez dentro, no se vuelve.
Escucharás graznar al ave gris,
sentirás cómo impone el ritmo sólo
con el chillido adusto de su lengua,
con la batuta al aire de su pico.
La verás sumergirse tras la ola
ingente, amenazante, que se acerca.
La verás revolcarse en la diadema
de espumas desbordadas,
que la vorágine en tu frente escupe.

Rebusca en la paleta de tu alma
las cromas que se adapten a tu lienzo.
Deja que te hablen con influjo absurdo.
Pinta, repinta en tu soporte blanco,
con el pincel de la imaginación,
los barcos que no salen a la mar,
las palabras paradas tras los dientes.
Lánzate, ahógate en tus propias aguas,
fallece y resucita con el poema.

© Antonio Macías Luna

CAMPANARIOS DE SIGLOS


Con yugo estático con cruz de hierro
Campanarios de siglos se reparten
Pichones que no pueden aún volar
No pueden ser heraldos del amor.
Con timidez dan tropezones cortos
Sobre el polvo graneado de un jardín
Sobre el barbecho rojo de una huerta.

Cuando crezcan pujantes en palomos
Inexpertos, alegres, saltarines
Sobre el firme caótico del mundo
Abiertas quedarán para sus tórtolos
Las vacías mazmorras de los nidos.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 18 de enero de 1999

A LA ESTELA DE UN REACTOR

   Se perfila en los cielos una estela;
suave algodón cosido con aguja
plateada, que con rumbo firme empuja
y entre pespuntes un destino anhela.
   Surcando el mar azul la fina vela,
a la osada águila imperial embruja
el encaje trenzado sin que ruja
el ave de metal que lo desvela.
   Viaja tan alto que no se oye el grito
del reactor gigantesco, que se apura
en busca del umbral infinito.
   Remota va estrechándose la lanza.
Tejiendo, la incansable aguja avanza
y persiste paciente en la costura.

© Antonio Macías Luna

LA GRANIZADA


El cielo gris se desató furioso,
se le rompió el collar;
sus cuentas centelleantes,
cual duro pedernal,
acribaban la tierra
herida sin cesar.
Aplacada su furia,
cesó la tempestad.
Los negros nubarrones van abriendo,
y vuelve el sol audaz.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 18 de enero de 1999

EL PROYECTIL DE LA VIDA


Nacemos de un disparo en el campo del lecho,
con la diana en el Reino de Dios, su amplia antesala.
Nos sueltan la existencia, una alocada bala
que atraviesa los vientos y asciende en corto trecho.

Nos lanza el proyectil por el que damos todo
para alcanzar, de mal grado, cotas de años.
Hora a hora, subimos desgastados peldaños
y ocupamos lugar de forzoso acomodo
en tupida avalancha, en vida pasajera
que nos impulsa a todos por un conducto recto.
En él se desenvuelve la hez del mundo infecto,
sumido en angustiosa e ineludible espera.

Consolidan mi empeño conocer y aprender,
los amores pintaron mi alma de colorido.
De mis sabias neuronas nunca saqué partido,
pero el tiro en su vía recta me hace entender
que no siempre pierdo, que gano, y al vivir
sufro risas y llantos. Alzo, amoroso, a Dios
con humildad los ojos, y a menudo la voz
por la inquietante espera de un tren para partir.

En el fondo del alma albergo inconformismo,
y herido por ortigas, viajo con rapidez
sabiendo que me acerco por una sola vez
a península estrecha de quebrantable istmo,
al andén pavoroso del final de la vida;
estación en penumbras, vastísimo terreno
donde derraman lágrimas quienes dejan el seno
de su existencia abrupta, azarosa y sufrida.

Ah, si la bala parase sin llegar al tremendo
impacto y en el aire quedara suspendida,
¿qué haría el ser humano entre el fin y la vida?
La haría caer despacio para seguir viviendo.


         © Antonio Macías Luna