PORTADA Y DATOS DE EDICIÓN DEL LIBRO

jueves, 10 de noviembre de 2016

QUÉ HERMOSA ES LA PALABRA

   Qué hermosa es la palabra, qué bien suena
en alta voz y en un suspiro incluso
de modo soez, con negligente uso,
en los calores de una charla amena.
   Tener de sílabas la boca llena,
con un lenguaje diáfano o confuso,
es don divino para el hombre obtuso
cuando la lengua libre no le frena.
   Con su vasta sapiencia, el Hacedor
le deja convivir con animales,
entre gritos de fieras y en corrales.
   Pero humanos que opinan con primor
a menudo nos colman de estupor
gruñendo más que los irracionales.

© Antonio Macías Luna

AVANZAR Y PARAR

Cuando me quedo atascado en mi andadura
tras escribir cuatro frases,
¿será un lapsus del poeta,
cuando nada dice, queriendo decir algo,
y se queda varado en su singladura?
Tal vez necesite ya el bastón de la vejez poética.

Lo importante es que el corazón mande
y la mano obedezca;
que el alma ría y la mano salte;
que el alma llore y la mano brinque.

Pararse y avanzar.
He ahí la cuestión:
avanzar, continuar y escribir
para detenerse y pensar,
reflexionar para después volver a andar.
Ese es el proceso:
un continuo andar y parar
para escribir con libertad.

Castilblanco de los Arroyos, 29 de setiembre de 2003
© A. Macías Luna




EL FARO


Furias de mar se quiebran en las rocas,
los vientos desenredan sus cabellos,
sin cesar gritan gélidas sus bocas,
dominan las tinieblas sin destellos.

Rasga el faro la noche con su luz
y en vuelo raudo hace que remonte,
salvando el negro y álgido ataúd,
en busca del recóndito horizonte.

La solitaria estrella parpadeante
sirve de compañía, de linterna,
en la noche al despierto navegante,
en bonanza y en hórrida galerna.

Colgado en el océano vagaroso,
su destello fugaz sirve de guía
desde la hercúlea pierna de un coloso
cuando Dios arrebata el sol al día.

¡Marinos, a la mar, desplegad velas!
Aunque os ciegue la lluvia o el sudor,
el faro sigue fiel vuestras estelas.
Adentraros en las aguas sin temor.

Castilblanco de los Arroyos, 19 de julio de 1999
© A. Macías Luna

AL ESCRIBIR

Al escribir, quisiera llegar
al fondo de tu alma;
hurgar en tu corazón,
en el basamento de tus pensamientos.

Al desplazar mi lápiz,
quisiera adentrarme en tus oídos
y, con suave murmullo,
cruzar sin estridencias,
la tenue pared de tus tímpanos;
ansío llegar
hasta el último rincón de tu cerebro
y cruzar, franquear
sin que me sientas,
las puertas de tu alma.

Al desplazar mis ojos
por el papel, quisiera
contemplar los tuyos,
contemplarlos inmersos
en cada letra, en cada trazo impuesto
por el lápiz indómito y voraz.

Al alzar mis ojos del caudal escrito,
quisiera ver tu rostro
frente al mío
devolviendo mi imagen,
un semblante animado
desde la reparadora noche
de tus ojos negros,
desde el árbol de vida y luz
de tu paraíso nocturno.

      © Antonio Macías Luna


A LA GRAN NATURALEZA

Oh, gran Naturaleza, atiende y dime:
¿Dónde están los arroyos
que eran adagios para el torpe oído
resonando por lechos escabrosos?

¿Por qué la primavera ya no aflora
como antes, con rabia?
¿Por qué se ha transformado en suave estío,
que destroza el espejo de las aguas?

¿Por qué estos veranos requemantes,
que aletargan mi espíritu,
cuando me deja sin remedio el sueño
y me sumerjo en noches de delirio?

¿Dónde estará el otoño gris y triste?
¿Por qué me ha abandonado?
No puedo contemplar por la ventana
a su cielo escupiendo húmedos dardos.

¿Y los inviernos? Ya no son de nieve,
son viejas primaveras.
No se hielan mis lágrimas al aire
y no se cubre de candor la tierra.

¿Por qué callas y saltas a destiempo,
tú, gran Naturaleza?
¡Ya lo sé! A tu misterio impenetrable
sólo el hombre conoce la respuesta.

© Antonio Macías Luna