Para qué lucho si no creo en ti,
para qué combatir
con espada y escudo;
es herir un paredón
de ciclópeo granito persuasivo,
que se alza frente a mí.
La espada se me rompe en la rebelde
estructura de un muro,
las piedras y argamasa
desprenden rutilantes
centellas que se vuelven contra mí.
Creí que estaba armado
para la lucha fiera que asolaba
mi amoroso confín.
© Antonio Macías Luna
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