PORTADA Y DATOS DE EDICIÓN DEL LIBRO

lunes, 21 de noviembre de 2016

RUGIENDO

¿Qué tierra es la que ruge?
El día convertido en fuerte viento.
¡Qué cielo es el que brama?
La noche que se queja con galerno.

Llegó el amanecer,
y aún sigue rugiendo.
No son el viento, el día ni la noche,
se queja el mundo entero.

© Antonio Macías Luna

A UNA HOJA SECA

Sin pasión miras al sol,
hoja del árbol paciente.
Miras siempre al arrebol
y a las nubes, reticente.

No te subyuga el frescor
de la lluvia y ventolera,
te amodorraste al frescor
de la tibia primavera.

Y a la gualda sequedad
te acostumbraste, cubierta
de miseria y soledad.
¿No será que vives muerta?

© Antonio Macías Luna,
Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), 30/4/1999





ACOSA CON PREGUNTAS

Acosa con preguntas a la tarde,
pregúntale por mí al tenue viento.
Verás que mis suspiros
rodean con amor tu pensamiento.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), 15/7/ 1999

BENDITA ERES, NOCHE

Bendita eres, noche corta o eterna, ¿qué más da?
Alquitrán desgajado por el cincel del día,
tránsito limitado en viaje a ciegas
por un veril total de veinticuatro horas.
Contigo me hallo, en mis meditaciones,
con los ojos abiertos,
gélidos como el tuyo, iridiscente,
de pompa real y blanca,
que no renuncia a verme desde arriba
a la vez que se ocupa en deslucir
tu negror más intenso.

Te bendigo, bandeja plateada
que pones en la tierra
tu fondo desteñido por el luto
y sirves montes y llanuras de agua.

Tú lideras mis vigilias sin fin,
tú acompañas mis giras solitarias,
tú me ciñes corona de alfileres
y haces que mi desierto se congele
dentro del esqueleto de mi cuerpo.

Tus miles de ojos me hablan al espíritu.
Reclaman un terreno,
una infinita mesa,
donde puedan mostrarme sus cartas
y no jueguen a nada
excepto a ser mis propios lucerillos.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 22/10/2003

EN EL BUQUE DEL MEDIODÍA

En el buque del mediodía
viaja el sol caliente sobre el mar azul.
Bebe y bebe, sediento, el rey de ocasos;
bebe con decadente abatimiento
y se prolonga en lumbre hasta la noche.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 27/6/2004

FLORES, TIERRA Y SOL

Flores, tierra, sol; olor, mármol, luz.
Besan rayos lúcidos violetas lozanas,
trémulas al aire, al pie de una cruz
llena de crespones con verdes y granas.

Recio, arrastra el viento a caminos pulcros
flores harapientas. Rosas, lirios, nardos
pintan ricamente de color sepulcros;
negra inspiración de afligidos bardos.

Se hacinan coronas en mosaico mate
que muestra a la Virgen con el Niño en brazos.
El alma del triste cementerio late
con salmos de adiós entre negros lazos.

Flores arrojadas, póstumo tributo,
honran al cadáver lívido en la fosa.
Llantos desgarrados, cánticos en luto,
flotan en extraña calma pesarosa.

En el patio frío de albero reposan
el amor y el odio, el pobre y el rico.
Escondidas ratas los nichos acosan
con miseria pútrida en amplio abanico.

Se elevan cipreses sobre el polvo de oro.
Las flores abrigan asustadas moscas,
que al fuego del día en zumbador lloro
se lanzan rondando las yacijas hoscas.

Insectos ansiosos saltan de hoja en hoja,
susurran con sones graves, excitados
por fétido hedor de carnaza roja,
tizones extintos de infiernos quemados.

Flores, sol y tierra. Todos hacen juego
para acompañar en el velatorio
a quien desespera ante el torvo fuego
que aguarda su presa en el crematorio.

¡Ay, míseras flores!, perfumado adorno
pegado al cajón, de vigor colmadas,
morís a merced del furor del horno
o al pie de una imagen, con amor dejadas.

¡Oh, sol esplendente, cirio universal!,
regalas al mundo rayos fugitivos.
Plañidero ardiente de nombre mundial
que velas a diario la senda de vivos.

¡Ay, Tierra redonda, la Gran Sepultura!,
escribes de muertos con tinta de historia
tras largo correr de incierta aventura
y comes a vivos sin pena ni gloria.

© Antonio Macías Luna








BITÁCORA

Muestra Bitácora un festín de rumbos
Para quienes se apresuran a zarpar
Para los que ya zarparon.
Marinos contramaestres capitanes
Lanzan al mar mascarones de proa
Tras la espinosa rosa de los vientos
Hacia el norte hacia el sur hacia el este y oeste
Siguen fieles la mirada de la brújula
Y atestan las galeras del trabajo.

Bitácora presenta nuevos rumbos
A marinos contramaestres capitanes
Para que el mundo siga navegando
Para que el barco no se quede al pairo.
A bordo
Manos en garra cogen
Los asideros de los remos
Rechinan
Dientes con la zahorra de las órdenes
Restallan
Brazos columnas cervicales pies
Crujen
Los cuerpos doloridos las pantorras sudadas
Se desgarran
Músculos que no pueden aguantar
La boga en mar de surcos.
Dan órdenes los mulos
que no quieren labrar el campo azul.

Los capitanes y contramaestres
Descansan los domingos
Los marinos trabajan lunes martes miércoles
jueves viernes sábados domingos
Y vuelta a empezar.
Al regreso
Pocos son los felices que numeran
Contando para adentro
Cada noche
Uno, dos, tres...,
Deshojando pétalos de billetes.
Y vuelta a empezar.
Pocas son las ovejas satisfechas.

Se han gestado estos versos en mi vagina cerebral
A mí me duele el parto
A todos nos duele el alma.
Nos duelen los dientes
Tiemblan los dientes sueltos separados
Por la tortura china
Por la pandemia soez del escorbuto.
A los ajos les duelen los dientes
Inocentes cabezas
Dentaduras que ni huelen
Rotas abandonadas
al no ser carne incisa por cuchillos.

Deberá ser la vena del progreso
La que se  nutra con sangre ajena
Deberá ser la horca de los tiempos
La que apriete cada vez más y más
El cuello de muchos vivientes
La soga sin regreso
La corbata que se anuda que luce
Cada vez más y más
en las gargantas de unos vivos.
Deberán ser los nuevos tiempos la nueva era
Era que ya no es lo que era.

© Antonio Macías Luna


jueves, 10 de noviembre de 2016

QUÉ HERMOSA ES LA PALABRA

   Qué hermosa es la palabra, qué bien suena
en alta voz y en un suspiro incluso
de modo soez, con negligente uso,
en los calores de una charla amena.
   Tener de sílabas la boca llena,
con un lenguaje diáfano o confuso,
es don divino para el hombre obtuso
cuando la lengua libre no le frena.
   Con su vasta sapiencia, el Hacedor
le deja convivir con animales,
entre gritos de fieras y en corrales.
   Pero humanos que opinan con primor
a menudo nos colman de estupor
gruñendo más que los irracionales.

© Antonio Macías Luna

AVANZAR Y PARAR

Cuando me quedo atascado en mi andadura
tras escribir cuatro frases,
¿será un lapsus del poeta,
cuando nada dice, queriendo decir algo,
y se queda varado en su singladura?
Tal vez necesite ya el bastón de la vejez poética.

Lo importante es que el corazón mande
y la mano obedezca;
que el alma ría y la mano salte;
que el alma llore y la mano brinque.

Pararse y avanzar.
He ahí la cuestión:
avanzar, continuar y escribir
para detenerse y pensar,
reflexionar para después volver a andar.
Ese es el proceso:
un continuo andar y parar
para escribir con libertad.

Castilblanco de los Arroyos, 29 de setiembre de 2003
© A. Macías Luna




EL FARO


Furias de mar se quiebran en las rocas,
los vientos desenredan sus cabellos,
sin cesar gritan gélidas sus bocas,
dominan las tinieblas sin destellos.

Rasga el faro la noche con su luz
y en vuelo raudo hace que remonte,
salvando el negro y álgido ataúd,
en busca del recóndito horizonte.

La solitaria estrella parpadeante
sirve de compañía, de linterna,
en la noche al despierto navegante,
en bonanza y en hórrida galerna.

Colgado en el océano vagaroso,
su destello fugaz sirve de guía
desde la hercúlea pierna de un coloso
cuando Dios arrebata el sol al día.

¡Marinos, a la mar, desplegad velas!
Aunque os ciegue la lluvia o el sudor,
el faro sigue fiel vuestras estelas.
Adentraros en las aguas sin temor.

Castilblanco de los Arroyos, 19 de julio de 1999
© A. Macías Luna

AL ESCRIBIR

Al escribir, quisiera llegar
al fondo de tu alma;
hurgar en tu corazón,
en el basamento de tus pensamientos.

Al desplazar mi lápiz,
quisiera adentrarme en tus oídos
y, con suave murmullo,
cruzar sin estridencias,
la tenue pared de tus tímpanos;
ansío llegar
hasta el último rincón de tu cerebro
y cruzar, franquear
sin que me sientas,
las puertas de tu alma.

Al desplazar mis ojos
por el papel, quisiera
contemplar los tuyos,
contemplarlos inmersos
en cada letra, en cada trazo impuesto
por el lápiz indómito y voraz.

Al alzar mis ojos del caudal escrito,
quisiera ver tu rostro
frente al mío
devolviendo mi imagen,
un semblante animado
desde la reparadora noche
de tus ojos negros,
desde el árbol de vida y luz
de tu paraíso nocturno.

      © Antonio Macías Luna


A LA GRAN NATURALEZA

Oh, gran Naturaleza, atiende y dime:
¿Dónde están los arroyos
que eran adagios para el torpe oído
resonando por lechos escabrosos?

¿Por qué la primavera ya no aflora
como antes, con rabia?
¿Por qué se ha transformado en suave estío,
que destroza el espejo de las aguas?

¿Por qué estos veranos requemantes,
que aletargan mi espíritu,
cuando me deja sin remedio el sueño
y me sumerjo en noches de delirio?

¿Dónde estará el otoño gris y triste?
¿Por qué me ha abandonado?
No puedo contemplar por la ventana
a su cielo escupiendo húmedos dardos.

¿Y los inviernos? Ya no son de nieve,
son viejas primaveras.
No se hielan mis lágrimas al aire
y no se cubre de candor la tierra.

¿Por qué callas y saltas a destiempo,
tú, gran Naturaleza?
¡Ya lo sé! A tu misterio impenetrable
sólo el hombre conoce la respuesta.

© Antonio Macías Luna