suave algodón cosido con aguja
plateada, que con rumbo firme empuja
y entre pespuntes un destino anhela.
Surcando el mar azul la fina vela,
a la osada águila imperial embruja
el encaje trenzado sin que ruja
el ave de metal que lo desvela.
Viaja tan alto que no se oye el grito
del reactor gigantesco, que se apura
en busca del umbral infinito.
Remota va estrechándose la lanza.
Tejiendo, la incansable aguja avanza
y persiste paciente en la costura.
© Antonio Macías Luna
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