El cielo gris se desató furioso,
se le rompió el collar;
sus cuentas centelleantes,
cual duro pedernal,
acribaban la tierra
herida sin cesar.
Aplacada su furia,
cesó la tempestad.
Los negros nubarrones van abriendo,
y vuelve el sol audaz.
© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 18 de enero de 1999
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