Cada noche, al pasar por tu portal,
veo tu rostro de ajenjo entre las sombras
enfrentándose al cerco de la luna,
que le impone su escarcha de corona.
Te saludo y te digo mil piropos,
pero tus ojos ríen con la sorna.
esclavos del noctámbulo misterio,
lejos de mí los lanzas, orgullosa.
A pesar del destello de mi voz,
nunca se abre tu boca.
Cuando esta noche cruce por tu acera,
al dejarme el fulgor de las farolas,
de otra serán mis galas encendidas.
Dedicaré a la luna mis lisonjas
para que, enamorada de un tozudo,
de ti, ingrata, se esconda.
© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 26/02/2004
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